Pandora Saad y Carolina Alvarado
“Nuestro hostel es una invitación a vivir una experiencia con el arte y la cultura ”.

Desde la escarpada cuesta de Las Quemas, Blah Blah Hostel domina la bahía puertomontina, posicionándose como una alternativa entre quienes buscan algo diferente.
PS: “Llevar a cabo este proyecto tiene complejidades que nunca vimos en su momento; si bien somos una empresa, de igual manera es autogestionada. Le hemos puesto todo nuestro cariño, nuestro sello, nuestro amor y nuestras ganas de poder también generar un espacio no convencional, que busca de igual manera ser vitrina para el quehacer artístico-cultural de Puerto Montt, los alrededores y también de la región; esa es la idea”.
¿Alguna de las dos tenía nociones como para implementar un negocio así?
PS: “No, ha sido puro instinto solamente, o sea, nosotras venimos del área de las ciencias sociales, todo fue más una pulsión, unas ganas de seguir creando. Ambas trabajamos en lo artístico-cultural, entonces es una extensión de lo que nosotras también llevamos haciendo, trabajo colaborativo”.
En este proceso sienten que no han estado solas y eso lo agradecen, porque sin les amigues, sin el boca a boca, todo lo que han soñado y el esfuerzo vertido para llevar a cabo el proyecto, habría sido inviable.
Cuando decidieron dar forma a Blah Blah, ¿analizaron los riesgos del proyecto?
CA: “La verdad es que arrendamos la casa. La idea llegó a nosotras. Si nos hubieran dicho, desde un principio, todo lo difícil y el trabajo que implicaría lanzarnos con algo así, tal vez hubiéramos dicho que no”.
¿Lo harían de nuevo?
“Lo pensaría quizás un poco más, pero sí lo haría de igual manera. Le pondría un par de cabezas. Claro, es que ahí la ignorancia de algún modo nos benefició, porque no saber qué teníamos que hacer, constituir una empresa, qué era una patente y todo lo que involucra finalmente habilitar un hostel es difícil”.

Pandora nació en Puerto Montt, a los 18 se fue a estudiar a Santiago, ciudad donde permaneció más de siete años, y volvió al terruño hace cinco años. Comparte el espíritu nómade con su socia, con quien ha viajado mochileando por buena parte del territorio. Abrieron el hostel con dos habitaciones. Una es la habitación Tenglo, que es privada, con vista al mar, y contempla una cama de dos plazas, y la habitación Calbuco, con vista al volcán, con capacidad de cuatro camas. Esta es una habitación compartida, de ahí que se catalogue como hostel.
CA: “Intentamos que sea un espacio mucho más cercano y que brinde algún tipo de conexión también con las personas. Y creo que eso igual se ha logrado”. La definición que propone se aleja de los cánones de la industria.
¿Cómo defines el concepto?
CA: “Es un espacio no convencional vinculado al quehacer artístico, que es lo que nos mueve finalmente. Como que el hostel también se vuelve una excusa para poder ir logrando otras cosas, como conexiones con personas, poder tener un espacio digno de poder hacer exposiciones, conversatorios, talleres”.
Carolina nació en La Unión, pero ha vivido en distintos lados. 15 años residió en Temuco, desde donde arribó a Puerto Montt, ciudad donde está próxima a cumplir 7 años. Las creadoras del espacio residen en las mismas dependencias; por ello, pueden disfrutar de la vista a toda la bahía de la ciudad, además de convivir con la diversa cartelera de exposiciones, talleres, conversatorios y eventos de variado tipo, que en promedio suman una actividad mensual desde que fue puesto en marcha.
El público al cual está dirigido, ¿siempre está relacionado con el arte y la cultura?
PS: “En las redes sociales o en las plataformas donde anunciamos el servicio de hospedaje, decimos que somos un hostel cultural". Hay gente que quizás no es un artista de lleno, pero sí es un consumidor, que lo valora cuando llega”. Su concepto es un trabajo colaborativo y comunitario. El boca a boca al cual se refieren es sumamente importante para ellas.
CA: “No somos sólo nosotras dos, trabajamos dentro de un contexto con otros, por eso sigue manteniendo ese concepto mucho más cercano, hogareño y de confianza. En febrero, llegó una mujer con su hijo desde Argentina. Alguien que había venido acá le recomendó nuestro lugar. Se quedaron más tiempo del que tenían planificado.” Para llegar a Blah Blah hay que sortear las cuestas que serpentean hacia el extremo norte de la calle Pérez Rosales y continuar hacia Las Quemas. A mitad de la escalera Eleuterio Ramírez se yergue el caserón azul de dos pisos. ¿Es una desventaja el acceso?
PS: “¿Sabes qué es lo más chistoso? Son los puertomontinos quienes se pierden. “Las personas que vienen de otras ciudades, incluso de otros países, llegan al tiro sin ningún problema”.

Lo relajado del concepto calza perfecto con el ritmo de las creadoras, aunque Pandora señala que: “el ritmo de Blah Blah en general es tranquilo, silencioso, es como sentirse un poco en casa.” Blah Blah se divisa desde distintos puntos de la ciudad como un manchón azul en medio del verdor del cerro Bellavista. Han asumido que el acceso es parte integral del concepto acuñado.
Carolina argumenta que “las escaleras existen en todos los puertos, como en Valparaíso. No podemos pedir que una ciudad que tiene unas características particulares por ser puerto y que hay casas que están en medio de las escaleras tengan acceso a una rampa”. El permiso de edificación de la casa data de 1956. En el sector vive mucha gente mayor, que transita por los mismos recovecos. “Nuestros vecinos son mayores y el uso de la escalera también es parte de las decisiones que, por habitabilidad de la gente, recursos, decide asumir. Pero que no es una dificultad. Nosotros lo vemos como una oportunidad de protección, finalmente”. Sostiene Carolina.
¿Cómo es su relación personal con el arte y la cultura que se desarrolla en el hostel?
PS: “siento que todo se entremezcla, las personas, sus historias y la propia, es un espacio vivo; de intercambio y tras generacional. Para mí, sigue siendo un desafío sortear la vida, nuestros propios quehaceres, intereses y ganas de seguir creando, a la vez de apoyar también, a otres con sus creaciones”.

¿Cuáles son las agrupaciones que han podido desarrollar sus actividades en Blah Blah?
“Es súper importante el trabajar en red, con agrupaciones y artistas. Trabajamos con Lesbipulli, que es una organización de mujeres lesbianas y disidencias sexuales de Puerto Montt. También trabajamos con Discursos en Movimiento, con Casa Teatro, con Flor de Agua por nombrar algunos".
CAROLINA, PANDORA Y EL ARTE
Junto con mantener en funcionamiento el espacio, cada una está inserta en sus propios quehaceres de gestión cultural y artística con sus quehaceres más artísticos. Pandora escribe, hace tiempo editó un libro con sus poesías: “Se llama “En la basura vive una libreta”, editado el año 2021, un esfuerzo autogestionado de trabajos que escribió cuando vivía en San Pedro de Atacama.
"Me tomó como dos años imprimirlo, porque cuesta plata. Si no tienes pitutos, si no ganaste un Fondart o un FNDR, cuesta, pero cuando hay cargantismo y pasión, se hace igual.”. Comenta Saad. Por su parte, Alvarado se vincula más con la producción y la gestión. Trabaja en tres agrupaciones: Colectivo Abierto, espacio fundado junto a Pandora, Ariela Santana, Jano Opazo e integrado por Hernán Contreras y Leslie Alvarado- Nacida Humana.
CA: “Estamos trabajando hace cinco años, desde la autogestión; tenemos actividades emblemáticas como la Lectoruta, que es leer poesía por distintos lugares de la comuna de Puerto Montt. Con el fin de abrir los espacios invisibilizados, como miradores y espacios de poblaciones”. Otra de sus actividades es Toque de Letras, un conversatorio en relación a la literatura desde distintos exponentes: narrativa, dramaturgia, poesía, investigación, música y un espectáculo que termina con fiesta.
CA: “Con la agrupación La Siembra, además compañía de teatro y títeres, trabajo ejerciendo la producción directamente, en las obras de teatro y la ejecución y formulación de proyectos. Trabajando junto a Francisco Vera, Tatán Alvarado, Evelyn Hernández, Carolina Martin y Gonzalo Aravena”. El tercer proyecto en el que se embarcó, en un desafío gigante, como señala, es una productora de cine en Calbuco, llamada Tecondenaste Films.
CA: “Ya grabamos un cortometraje y ahora nuestro desafío máximo es grabar un largometraje. Es un equipo conformado por 18 personas, un equipo técnico encabezado por Gabriel Montiel, Felipe Novoa, Gioretti Maldonado, Pamela Martinovik, Julia Bjorkstrom, Víctor Oyarzo, Diego Rodríguez entre otros, es un desafío porque necesitamos muchos millones para grabar la película”. Además, ese ente organiza y produce un festival de cine escolar juvenil que se llama Ejate.
Este va por la cuarta versión y la particularidad de ese festival es que trabaja en aspectos formativos con niños y niñas de sectores rurales e insulares de la comuna de Calbuco.
“El año pasado lo extendimos a todo Chile; llegaron postulaciones de cinco regiones, más de 150 trabajos de cortometrajes de escuelas”. Finaliza Alvarado.
Estas incansables obreras del arte siguen con rumbo fijo en el timón para seguir aportando desde sus propios mundos para remover la desidia y la comodidad. Por de pronto, este par de locas soñadoras sigue los derroteros trazados por ellas mismas.
