Patricia Cuyul, actriz:

Jué, y el Caleuche navegó hasta Puerto Montt

El año 2000, Patricia Cuyul hizo sus maletas y partió a Santiago a estudiar teatro. La joven puertomontina llevaba por cargamento un puñado de sueños e ilusiones y el anhelo de vencer la introvertida personalidad que la acompañaba por entonces.


Como si las cartas del tarot le hubiesen indicado el derrotero que marcaría su vida, desliza la razón que la llevó a elegir una carrera no tradicional, una elección compleja, más si ella era la primera de su familia en llegar a la universidad.


“Fueron varias cartas, en realidad. Desde el ermitaño, que muestra nuestras infancias que están en una cuevita, hasta sentirse la luna, la emperatriz, que son más de mostrar.
Para mí era impensado imaginarme actriz, pues era muy tímida; me costaba hablar”. Fue una apuesta casi terapéutica para quien se enamoró de las tablas, en los talleres de teatro que dirigía la profesora Alejandra Vera, del Liceo Salesiano”.

Por estos días, esta destacada actriz disfruta estar en la parte alta de la ola. Tras ser nominada en la categoría Mejor Actriz Protagónica, se quedó con el galardón de la novena versión de los “Premios Caleuche, gente que se transforma”, iniciativa impulsada por Chileactores, para reconocer a las mejores interpretaciones de la temporada. Era su segunda nominación al premio. El año 2022, fue por su interpretación en Inés del alma mía, basada en la novela de Isabel Allende, producida por Chilevisión y que integró el catálogo de la plataforma Amazon Prime Video.

Pero fue la noche del jueves 30 de enero cuando el fantasmal Caleuche soltó amarras desde el Teatro Oriente para enfilar proa al sur, hacia territorio huilliche; ese pedazo del territorio patrio se desmembraba en centenares de islas y canales.

Al recibir el premio, exclamó con emoción: "¡Juee! Cómo diríamos en mi tierra, jueeee", una expresión usada en Chiloé y en parte del sur para denotar asombro. Fue como un grito de gol contenido.

“La Barto", de la serie "Poemas malditos" de Mega, producción filmada en el sur de Chile y que cuenta con la participación de actores locales como Alejandra Vera y Alfredo Castro Villablanca, recibía un justo reconocimiento.

Al escuchar su nombre, abrazó a su hijo Nahuel y, evidentemente emocionada, llegó al pódium para apropiarse del micrófono y desenfundar varias reivindicaciones. Una de ellas fue el llamado a detener cualquier forma de discriminación.

Por tu origen, ascendencia o tu ser femenino, ¿te has sentido discriminada?

“Quizás no de manera consciente. Siento que cuando una se siente discriminada, una se autodiscrimina y se resta de estar allí, de alzar la voz, hablar y aparecer. Somos una cultura, un linaje al cual no se les enseñó a recibir premios ni levantar laureles. "¿Cómo lo hacemos si la historia sólo ha escrito cosas aberrantes?”. Interpela, convencida de estos preceptos que sostiene y difunde. "Se sana con espacios de apertura, de creación y con posibilidades de acceder a otros lugares como la política, el deporte. Son espacios a ganar y que van a disminuir formas de discriminación, para que ya no sea un tema”.

 

SER HUILLICHE

Los espacios a los que alude, vetados a hombres y mujeres huilliches, deben recuperarse. En este sentido sostiene:

"Estamos creando esas instancias para evitar que sigan permaneciendo en un vacío". Cada vez más está surgiendo ese lugar. El paraguas debe crecer hacia muchos otros lugares. Este reconocimiento no es sólo para mí, yo me siento representante de una región y territorio.
“Una desconoce cuando es niña el linaje que porta. Somos generaciones que desconocen su origen. Cuando tenía diez años no conocía el significado de mi propio apellido; ese interés despierta cuando se es más grande y se reconoce ese lugar escondido, y no casualmente proviene de muchos años atrás, porque ha existido un aplastamiento cultural de la historia que ha hecho que no se recuerde. Se ha castrado la lengua mapudungun, los saberes ancestrales de los territorios huilliches del sur, las mujeres sanadoras, brujas y curanderas”.

Y no se queda allí. Para Cuyul, esta causa es un sentimiento que va más allá de su apellido, apunta a recuperar esos elementos, prácticas y espacios sagrados de reconocimientos, una cruzada de la cual se siente orgullosa y con justa razón, y enarbola la frase como si fuese una bandera.

“Nosotros somos huilliches. Junto a Felipe Novoa, documentalista y Juan Paulo Huirimilla, trabajé en un proyecto con ñañitas de Hualaihué. Las ñañitas son mujeres que transmiten el saber de su cultura. Ellas hablaban del “ser huilliche”, como una manera de definir a la “gente que vive en el lugar donde llueve mucho”. Acota.

“Nuestro territorio tiene otra cadencia al hablar, al ser. Nuestros antepasados, en mi caso son chonos, son un pueblo y un territorio exterminado, que también ha sido aplastado y conquistado”.
Llama a no sentirse discriminados; por el contrario, a ser orgullosos y reivindicar su origen, sintiéndose capaces de lograr los sueños. En su experiencia, menciona que en su casa no existían libros, pero asegura que “eso llega porque ya son portadoras y portadores de un linaje único. Ese paradigma hay que cambiarlo".

Sostiene que la ternura es una pieza angular de la cultura. “…Hay otros territorios guerreros. Los huilliches son guerreros, pero desde la ternura. Eso es hermoso. Provenimos de un lugar sagrado. Con lo místico, los saberes no tangibles y el mundo mágico presente en todo el territorio chilote”.

EL TEATRO DE LA VIDA

Habla del teatro como de una forma de ver la vida. Como si se tratara de una abstracción e intenta materializarlo con luces y sombras y devela un telón imaginario cada vez que le preguntamos por este oficio. Pero se atreve a más. Patricia incorpora misticidad y crea un halo sublime para repasar el camino recorrido.

En sus más de dos décadas de fructífera labor, se ha cruzado con personas importantes de la escena nacional como Alfredo Castro, quien alentó su viaje hacia la conquista de una forma más auténtica de expresión teatral.

Recuerda la beca que recibió de parte del laureado actor para estudiar en “Teatro la Memoria”, una escuela donde descubrió un teatro más íntimo, reflexivo, analítico, que le exigió mayor dosis de trabajo investigativo.

En aquel tiempo, iba por las calles santiaguinas pegando afiches y repartiendo flyers, como encargada de difusión, labores con las que pudo costear la generosa que le formuló Castro para sumergirse en un proceso de aprendizaje que la cautivó.

Desde ese nuevo bastión, ha ido construyendo una carrera, donde el cine y lo audiovisual le han llenado el corazón. Confesó años atrás:

“…El teatro es parte de una columna vertebral humana que me ha permitido abrirme y desarrollar mi vocación”.

 

La sencillez y humildad son puntos cardinales en su vida. A pesar de estar inmersa en una actividad seductora como la industria audiovisual, no se encandila con las luces ni la fama, tampoco sucumbe a la hoguera de vanidades. Es tan así, que tiene expresiones de sobra de reconocimiento y admiración por sus pares, a la hora de plantearle las facilidades que tienen hijos de actores o actrices, en acceder a trabajos, mientras que para otros es más pedregoso.

"Son tremendos colegas. Tienen muchos más años de trayectoria visible; aun así, son muy generosos.  Hay que ir comprendiendo que ellos, quizás, tuvieron otras posibilidades, pero también son personas sensibles”.

En la ceremonia que la coronó como la mejor, recordó su infancia en Puerto Montt, agradeciendo a su familia y a quienes la apoyaron en su carrera.

"Me emociona mucho porque aquí hay pura gente que admiro y que desde niña veía en la serie, la teleserie y que soñaba desde mi casa en Puerto Montt, en una población hermosa", dijo sin pudores.

Para ella, Roberto Matus, Rodrigo Pérez y Catalina Saavedra Pérez han sido sus mentores en su quehacer actoral. Pero guarda un especial recuerdo por otros próceres que la iniciaron en el oficio de la actuación, como Alejandro Sieveking, dramaturgo y director de teatro chileno, y su esposa, la también actriz Bélgica Castro, y Héctor Noguera, sus maestros iniciadores.

Tras regresar a Puerto Montt, junto a la actriz Catalina Saavedra Gómez, creó la compañía Chile-No.

Desde entonces han gestado montajes diversos y apasionantes que le han llenado el corazón, pues las ha conducido a explorar un territorio “con diversas temáticas, desde la periferia, desde la marginalidad del temario teatral que nos llama la atención, y también verlo como un trabajo, como la posibilidad de que una compañía puede forjar un trabajo colaborativo y de producción, con compañeros de esta región, todos muy profesionales y cargados en el amor del quehacer teatral”. Menciona como muestra las obras “Inche Vilu” y “Patas de Gallo”.

Con la activa compañía Chile-No, han hablado de ese no Chile y sus lugares apartados, de temáticas no oficiales; ambas han abrazado el teatro como una herramienta discursiva con un teatro político.

 

Evoca el momento crucial en que Catalina la animó a elaborar un book, hacerse fotografías y postular al casting convocado por Roberto Matus. En dicha ocasión se quedó con el rol de Catalina, personaje que le demandó rigor y método, debiendo aprender incluso la lengua quechua, de la mano de la ñañita Santusa Atao, con lo que demuestra profesionalismo a toda prueba: “… para volcar mucho más lo que me llama la atención del universo latinoamericano, lo indígena”. Algo que la apasiona.

“El personaje indígena de la serie Catalina es de esos grandes regalos que me ha tocado habitar, y poder traspasar lo indígena, siendo mágico y complejo a la vez”. Indica para hablarnos de cosmovisión, brujas y ritos ancestrales.

En su rol audiovisual, está empeñada en retratar paisajes más allá de lo geográfico. La mueven la conversación y entrevistas con personas con pertinencia territorial. Un rol que desarrolló en la serie Insulares, programa que transmitió TVN para instalar en la pantalla ese otro Chile. Producción que data del 2017 y que realizó con Felipe Novoa bajo la dirección de Marcela López.

El documental, que consta de seis capítulos, la llevó a recorrer el territorio huilliche, que yace tendido junto a las playas, y a poner en valor lugares apartados, australes, para conocer personas y su forma de vida insular, sus oficios, algunos ya extintos. “Quería, como declaró en otra entrevista, que el programa no fuera para retratar el folclor ni ser sensacionalista, sino que fuese un rescate de la esencia de la gente”.

Para ella, “…se está en el momento propicio para hacer visible un lugar negado e invisibilizado". Mostramos realidades distintas, temáticas diferentes. Estoy orgullosa de estar en este momento de recambio, para que se haga televisión de calidad y la gente lo exija”.

Por de pronto, tiene en carpeta algunos proyectos. Mientras, prepara el equipaje para lucir otra de sus facetas: la música y el canto. Con esta expresión irá a algunos lugares de la zona, por ejemplo, Hualaihué, Hornopirén, donde también realizará algo de stand up.

Al finalizar la entrevista, no duda en hacerse cargo de la enorme responsabilidad de convertirse, a partir de la exposición derivada de su premiación, en una referente o modelo para jóvenes y adolescentes, que vislumbran en el teatro una opción de vida.

La numerología coincide con la etimología de su apellido; significa 6 en mapudungun. En la descripción numérica, se asocia a personas que vienen a esta encarnación a plasmar el amor y la belleza, asumir responsabilidades, aconsejar, contener, sanar y cuidar. Un guion inequívoco que el cosmos escribió para Patricia Cuyul.