Mitologia Chilota

El Brujo

 

El brujo es miembro de una institución secreta e iniciática: «la Brujería». Para ingresar a ella, el candidato es previamente seleccionado y estudiado con meticulosidad, dando preferencia a los familiares de los brujos. Una vez aquilatadas sus condiciones sobresalientes, es sometido a una serie de «pruebas», con el único fin de obtener datos fehacientes de su temple físico y psíquico.

Entre las pruebas destinadas al primer objetivo, podemos mencionar la ingestión de alimentos muy indigestos, en forma de dietas prolongadas y baños en el «Penchaico», durante las noches más heladas del invierno, etc. Entre las segundas están las emboscadas en caminos solitarios, las permanencias nocturnas recostado sobre la tumba de un cementerio, etc. Si logra salir airoso de todas las pruebas y está dispuesto a sacrificar a un familiar, si la institución así lo solicita, es recluido durante un tiempo variable portando una lagartija en la frente y sujeta con un pañuelo rojo, para que le comunique sabiduría.

Al término de este periodo, es recibido brujo en la «Cueva Mayor», ubicada en las cercanías de Quicaví (de quin=conocer y cahuin=junta para aprender). Este local es un recinto subterráneo que mide aproximadamente doscientos metros de largo por tres de alto, profusamente iluminado con antorchas y cántaros de aceite humano. Posee varias dependencias, algunas de las cuales mencionaré más adelante.

El candidato es introducido en «la Cueva» y presentado ante la jefatura, reunida en sesión solemne y presidida por el «Buta». Una vez tomado el juramento de rigor, que incluye adhesión al demonio y conocimiento del «Código de Moral», que entre otras cosas le prohíbe la violación de mujeres, el hurto, etc., se le ciñe un chaleco, «el Macuñ», hecho con la piel del pecho de una mujer muerta en estado de pureza virginal; este es el instrumento que le permitirá volar. Posteriormente, el aprendiz de brujo es puesto en manos de miembros antiguos. Ellos le servirán de instructores e irán entregándole paulatinamente las enseñanzas y transmitiéndole los poderes mágicos, que le permitirán volar; transformarse en múltiples animales, grandes o pequeños; conocer el poder tóxico medicinal de muchas hierbas; utilizar el caballo marino; adormecer a las personas, etc.

El brujo debe ser un hombre muy disciplinado y correcto y, cuando ocasiona daños a los no brujos, se debe a venganzas muy justificadas por su código de moral. Estos daños o males pueden ir desde las simples «sajaduras», que son rasguños hechos en diferentes partes del cuerpo, hasta «el llancazo» (de llacún=caer) o muerte lenta por envenenamiento y la toma de los alientos, que terminan en angustiosa muerte del enemigo, causada a través de tormentos hechos por el brujo en el organismo de un sapo.

Cuando el Brujo desea volar, debe someterse previamente a un régimen sin sal y está a punto cuando le lagrimea un ojo. Echa entonces el poncho hacia atrás y deja al descubierto su «Macuñ» y le dice con firmeza, «arrehalhue», con esta invocación al demonio que, dicho sea de paso, es el jefe máximo de la Institución, se eleva por los aires a gran velocidad. El «Macuñ», aparte de permitir al Brujo el vuelo de una a otra isla o más allá, es un instrumento que orienta su vuelo, señalando el verdadero camino, con su luz blanquecina, suave y penetrante, producida por la magia de los «cauquiles» que lo impregnan.

Cuando el hombre volador desea bajar a tierra firme, dice «Macuñ: arréame, Diablo» y desciende vertiginoso, aterrizando con incomparable suavidad. El Macuñ es de propiedad del Brujo y posee una modalidad especial de vida, que lo une indisolublemente a su dueño, al punto que, si olvida en algún sitio tan importante objeto, por sí solo y a cortos saltos y diciendo «cheche», llega a su poder. Cuando el brujo se lo quita para guardarlo, se enrosca sobre sí mismo; pero en presencia de algún curioso, se extiende bruscamente, produciendo un rudo grito, que hace huir al intruso. El sitio de reunión de los brujos, para trabajar o divertirse, etc., se llama «la Cueva», larga y tortuosa galería, cuya entrada se encuentra en medio de una quebrada de quilas y otras plantas.

A su cuidado está «el Invunche», monstruo carnívoro de tres patas, que sólo permite la entrada a los miembros de la institución, una vez que ellos le han dado el santo y seña, hecho una gran reverencia y un ósculo en el ano. Este tipo de beso se encuentra consignado en la brujería europea, que lo practicaba en la persona del demonio, que se aparecía bajo las formas de un «macho cabrío. La jefatura de la brujería, integrada por trece individuos, controla el comportamiento de todos los miembros pertenecientes a ella.

Para facilitar esta inmensa tarea, se sirven de un ingenioso instrumento denominado «Chayanco», que tiene las características de la pantalla de televisión, de una cinta magnetofónica y de un kárdex, al mismo tiempo. El aparato está instalado en una de las dependencias de «la Cueva» y registra todos los actos de cada uno de los brujos. Cuando se le consulta, permite observar, con maravillosa nitidez, las actividades que está realizando o ha ejecutado, desde su ingreso, el brujo cuya vida se está analizando.

Los brujos mantienen un local alejado de la entrada de la cueva, pero comunicando interiormente con ella, destinado a consultorio médico, que cuenta con un equipo de examen, muy interesante, llamado «Leviserio» o «Revisorio» y al que me referiré en el capítulo dedicado a Ceremonias Mágicas. Los brujos, hombres que poseen muchos conocimientos de la vida y de la muerte. Emiten un fluido mágico que trastorna la mente de los demás; para contrarrestar esta poderosa influencia, se dan algunas recetas, así, por ejemplo, sacarse la ropa y colocársela al revés; lavarse la cara con orines; colocar grupos de cuatro «chalotas» en cada uno de los rincones de la casa. El número cuatro (meli) es el número sagrado de la brujería, etc.

Muchos aspectos de la brujería son, como ya indicamos, importantes, ya que en tiempos de la colonización y mucho antes, en Europa, estaban en pleno auge las prácticas brujeriles; tan perseguidas especialmente por la Inquisición, que en su afán de destruirlas, ayudó a la difusión de sus errores o invenciones. No obstante, varios elementos que componen las leyendas y mitos tienen inconfundible sabor autóctono, habiéndose producido una combinación entre ambos.

A pesar del somero relato sobre la brujería, es fácil concluir que se refiere (aun tratándose de un sistema complejo) en cierto aspecto a prácticas de perfeccionamiento de tipo iniciativo, que han existido en todos los pueblos y con diversos fines; entremezcladas con sacrificios humanos (dar muerte a familiares); semejante a lo que ocurrió entre los primitivos europeos, asiáticos, mexicanos, etc. El nacimiento de la brujería se debe probablemente al producto de odios, rencores, celos, sueños, etc.

En el fondo, podemos ver en la brujería la lucha infatigable del hombre por marchar más allá de las estrechas y socorridas andanzas humanas. Su afán de saltar las barreras impuestas, en esos tiempos y en todos los tiempos, para lograr elevarse, cual Prometeo, y arrebatar a los dioses el fuego y la luz; desafiando y venciendo, para ello, las leyes que la naturaleza impone. En todas las latitudes, grupos de elegidos se elevan por encima de los demás hombres y, gracias a sus esfuerzos, logran el avance y progreso de la humanidad. Los brujos, cuyas prácticas corresponden posiblemente a restos de ceremonias destinadas a la fertilidad o como una forma de explicar múltiples problemas sociales (desgracias, prosperidad, epidemias, neurosis, etc.).

De todos modos jugaron, sin duda, un papel importante en la antigüedad. Miradas hoy, representan las más caras ambiciones de los hombres; su afán por conquistar la libertad y desafiar a Dios en cuanto a las limitaciones impuestas y tratar de conseguir igualarlo en su poder. El Macuñ sería la antorcha que permite borrar las sombras, propias de la ignorancia, y con su luz bienhechora, favorecer la marcha por sobre el nivel de lo mediocre y lo vulgar.

 

Obra: "El Brujo" / Bernardo Quintana Mansilla / Madera de ciruelillo.

“Chiloé Mitológico”, nació desde el impulso de las propias vivencias del Dr. Bernardo Quintana y su infancia en el pueblo de Achao (Isla de Quinchao, Chiloé) y se concretó posteriormente a través de un arduo trabajo de investigación y recopilación de cada una de las leyendas, buscando como fuente original a los más ancianos chilotes que recibieron estos conocimientos a través de la oralidad, de sus ancestros. era conocido en su tierra chilota y en su querida ciudad Puerto Montt – fue la inquietud por recopilar y difundir la cultura, costumbres y mitología de Chiloé y su invaluable riqueza, lo que manifestó durante toda su vida en las constantes exposiciones de tallados mitológicos, conferencias y publicaciones. El objetivo de todo ello fue educar en estos conocimientos a niños y jóvenes chilotes y chilenos, los futuros hombres y mujeres de esta tierra, para que sean capaces de valorar su pasado y que perdurara la mágica conexión con sus ancestros, que fueron capaces de crear en este rincón insular una de las más ricas y variadas mitologías existentes en el mundo.

Es por esto que cumpliendo con el más grande deseo manifestado por nuestro padre, esposo y abuelo, Dr. Bernardo Quintana Mansilla, médico, investigador de la cultura chilota, escultor, escritor y viajero, liberamos a través de internet de manera universal y gratuita su más valiosa creación, el libro: “Chiloé Mitológico” -cuya primera edición fue en el año 1972-, y que desde esa fecha es aceptado como texto de estudio para la educación Básica y Media por el Ministerio de Educación del Gobierno de Chile.

 

Fuente: Chiloé Mitológico (Libro del Dr. Bernardo Quintana Mansilla)