HISTORIAS

Los carros de sangre

 

 

El primer decenio del siglo XX fue fructífero en el desarrollo urbanístico de Puerto Montt, que ya entonces se perfilaba como una de las grandes ciudades del sur de Chile.

La luz eléctrica se instaló en 1906, los primeros teléfonos en 1908, los primeros automóviles llegaron en 1909 y el ferrocarril se puso en marcha en 1911 (el tren de pasajeros en 1912). En enero de 1920, de acuerdo a los resultados del censo, había en la ciudad 10.166 habitantes (23.076 en la comuna); 4.503 casas de habitación y otras 1.395 destinadas a uso del comercio, servicios públicos y otros establecimientos, repartidas en 185 manzanas edificadas.

 

LA EMPRESA DE CARROS URBANOS

A ese desarrollo urbano se sumó la inauguración de la primera movilización colectiva, el 10 de enero de 1921, cuando nuestros antepasados vivieron un evento especial, inédito incluso en gran parte del país: fue la incorporación de tranvías tirados por caballos, los llamados "carros de sangre".

Ese día, y una vez terminada la enrieladura, la Empresa de Carros Urbanos, dirigida por Juan de Dios Donoso, puso en marcha el servicio con carros que comenzaron a circular por la calle Antonio Varas, desde la esquina del Club Alemán (San Felipe) hasta el final de la calle Cayenel (hoy final de Antonio Varas), con paraderos, según reza textualmente la crónica, "en Club Alemán, Plaza de Armas (mitad de la cuadra), esquina Curicó (hoy Guillermo Gallardo), esquina Pedro Montt, Botica Grassau, esquina Talcahuano, casa de Ema Outridge, casa de Adolfo Oelckers, esquina Valdivia y final de Cayenel, antes de doblar para 21 de mayo".

El acceso a los carros tenía particularidades dignas de destacar hoy día, como por ejemplo el hecho de que los pasajeros podían subir y bajar sobre la marcha ya que "el tranvía corre a una velocidad muy pequeña. Un comentario de la época sugería que: "Sería conveniente que la alcaldía dictara un decreto prohibiendo que se estacionaran caballos y vehículos sobre la línea, pues de otra manera el tráfico se va a hacer dificultoso". Agrega: "en todas las ciudades donde hay servicios de tranvía, los vehículos no pueden estacionarse, ni las carretas descargar al lado de la línea, ni detenerse a menos de un metro de distancia del riel exterior".

Y más aún: "Sería conveniente también que la policía vigilara estrechamente a los muchachos vagos que se ocupan en poner piedras sobre los rieles y en las curvas para ocasionar descarrilamientos que molestan al público y pueden ocasionar deterioros en los tranvías y hasta accidentes personales".

La Empresa de Carros Urbanos, ya en enero de 1921, cuando recién se ponía en marcha, formulaba algunos de sus proyectos: -"Para la comodidad del público en general, la empresa tratará de poner a su disposición tranvías a la salida de teatros, biógrafos, reuniones sociales y cuando hubiere mucha concurrencia y no hubiere buen tiempo. Para los asistentes a los clubs se tratará de hacer transitar tranvías extraordinarios a las 11 y media P.M. en ciertos días de la semana procurando de este modo mayor asistencia a esos centros de sociabilidad".

DURACIÓN DEL SERVICIO

El servicio de la Empresa de Carros Urbanos duró sólo un par de años por los inconvenientes presentados por el clima, cuando las lluvias convertían las calles en lodazales que cubrían las líneas del tranvía; por los continuos derrumbes y torrentes que cortaban las calles, destruyendo las líneas; y por las altas mareas que cubrían el último sector del recorrido, al llegar a Angelmó, por no existir malecón ni defensa alguna contra las olas.

En todo caso, la experiencia de los tranvías tirados a caballo, los ya legendarios "carros de sangre", dejó en todos los puertomontinos de la época un nostálgico recuerdo de uno de los aspectos más originales de los "locos años veinte" que vivió la ciudad de las cuatro colinas.

 

Colaboración: Alejandro Torres