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Tele - Shock

 

Debe ser agotador ser rostro de TV, reportero de TV, famoso de TV. Se supone que siempre deben mostrarse dispuestos, inteligentes, seguros, bellos y audaces. Los estudios de mercado que la TV permanentemente encarga, al parecer, no le han arrojado resultados fieles respecto a los especímenes anotados, que más allá de lo que crean o lo que le digan— son un grupo bastante reducido, inducido y retorcido.

Hay fulanos que se niegan a ser chilenos y usan acentos extranjeros; hay fulanos cuya función pareciera ser predicar frente a la pantalla, saltándose - eso sí - buena parte de los mandamientos.

Tras ellos, funcionan editores que tienen clarita la pantalla y saben que el marcador del rating es proporcional a la cantidad de lágrimas que a los entrevistados puedan sacarle los "rostros", para lanzar esas imágenes en los livings de cada casa de Chile, con la fuerza de un pelotazo que arrasa con los ventanales, y que llega a veces con goles incluidos.

También con autogoles. Memorable es la escena de hace algunos años, cuando se inundaron varias calles de Santiago. Un vecino, armado de una pala, intentaba despejar el área de numerosos escombros que la marea había arrojado hacia el centro de la calle.

El hombre estaba con el agua casi hasta el ombligo. Entonces, en un acto de "audacia", el reportero, bien premunido de su traje amarillo antiaguas, se sumergió en el torrente con bastante esfuerzo, llegó cerca del hombre, le extendió el micrófono y le preguntó: "¿Y… cómo está la situación?" Es una práctica común de los reporteros de TV acercarse a la madre que llora a su hijo asesinado y preguntar: "¿tiene mucha pena?". Y el camarógrafo se queda estacionado en la cara de la mujer, esperando que ésta, después de decir "sí", se quiebre.

Y así ocurre: el reportero y el camarógrafo dan por concluida su tarea cuando la madre comienza a sollozar. Dicen que un segundo en televisión vale millones, pero la TV nuestra de cada día no escatima tiempo si se trata de mostrar a alguien llorando.

Mejor aún, si el "proceso" del llanto se vive completo en la nota. Los terremotos, los incendios, son un verdadero festín para los productores de "teleshock", porque de lo que se trata es de tomar personas en shock y mostrarlas al espectador para que éste viva su propio shock y solidarice, se cuadre - al menos - con un nudo en la garganta. En estos días, tal práctica ha alcanzado ribetes escandalosos.

Porque cuando se pretende hacer de la tragedia un show, tenemos "Teleshock". Pero el televidente con un mínimo de sentido crítico juzgará no a los actores que viven la tragedia, sino a quienes la llevan a escena y que, con tanto truco, se transforman en personajes de una mala comedia de equivocaciones, donde abunda el ridículo y el absurdo. La burda manipulación del dolor, de los sentimientos ajenos, expresados en un "rostro", "reportero", "famoso" que corre tras una persona haciendo preguntas que se responden solas o que son absolutamente innecesarias, agrede un principio ético fundamental, como es el respeto a la dignidad connatural a esa persona.

Es cierto que una catástrofe deja establecido de un solo "pencazo" que ante la muerte y la tragedia somos todos iguales. Pero nadie dudará de que es la población más humilde, la más vulnerable, la que con dolorosa frecuencia debe soportar calamidades de todo tipo.

La gente humilde soporta y vuelve a levantarse, irguiéndose y transformándose muchas veces en ese ejemplo que no necesita discursos.

Pero se le podría alivianar en algo la carga: que los rostros, los famosos, los reporteros, los editores, aprendieran y comprendieran que el morbo es un golpe bajo, cuando la tierra que se pisa es la ceniza de lo que ayer fue una casa.

 

(Publicado en: Archivos Secretos Ele / 2024 / Polígono Edficiones / © Jorge Loncón)